El fallecimiento de un Papa marca el inicio de un periodo conocido como Sede Vacante, un lapso durante el cual la queda sin titular, una situación que durante al menos siglo y medio está bien controlada por las reglas del Vaticano.

Este tiempo, aunque de transición, no sume a la Iglesia Católica en un vacío de poder, pues su gobierno se rige por normas precisas, diseñadas para asegurar la continuidad administrativa y la elección de un nuevo

La “Universi Dominici Gregis”, promulgada por Juan Pablo II en 1996, es el documento principal que regula este periodo. Establece que, durante la Sede Vacante, el gobierno de la Iglesia recae en el Colegio de Cardenales, pero con facultades limitadas.

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Su principal función es la administración de los asuntos ordinarios, aquellos que no pueden ser postergados, y la organización del Cónclave para la elección del nuevo Papa.

El principio rector es el de “nada se innove”, lo que significa que el Colegio Cardenalicio no puede tomar decisiones que modifiquen leyes o disposiciones papales previas, ni disponer de los derechos de la Sede Apostólica.

Una figura central durante este periodo es el Cardenal Camarlengo. Actualmente, este cargo lo ocupa el Cardenal Kevin Farrell y tiene la responsabilidad de constatar oficialmente el fallecimiento del Papa, sellar sus aposentos privados y administrar los bienes y derechos temporales de la Santa Sede. También preside las congregaciones particulares, reuniones diarias con otros tres cardenales asistentes (elegidos por sorteo y rotando cada tres días) para despachar los asuntos cotidianos, a diferencia de las congregaciones generales, que reúnen a los cardenales para organizar el Cónclave y discutir asuntos de mayor relevancia.

Junto al Camarlengo, otro cargo que mantiene sus funciones es el Penitenciario Mayor, puesto que actualmente tiene el Cardenal Mauro Piacenza, quien se encarga de los asuntos del fuero interno, como la concesión de absoluciones y dispensas, sin descuidar que “no se corten las fuentes de la gracia”, como indica la legislación eclesiástica.

También continúan en sus puestos el Cardenal Vicario General para la diócesis de Roma y el Cardenal Arcipreste de la Basílica Vaticana. Los demás jefes de la Curia Romana cesan en sus funciones, aunque los secretarios de dichos organismos continúan con la administración ordinaria.

ESCUDO NUEVO

Durante la Sede Vacante, el escudo de la Santa Sede cambia: la tiara papal es reemplazada por el “umbraculum”, una especie de sombrilla, sobre las llaves de San Pedro, que simboliza la ausencia del Pontífice y la administración temporal del Camarlengo.

Las normas establecidas buscan garantizar la estabilidad y la correcta transición hacia la elección de un nuevo Papa, un proceso que culmina con la “fumata blanca” y el anuncio del “Habemus Papam”.

La Iglesia, ya con dos milenios de experiencia, ha previsto todos los detalles de estos momentos, cuando la silla de Pedro está temporalmente sin ocupante.

*Con información del agencia ACI*

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