Cliente llegó a los brazos de Lulú Petite por curioso comentario

Querido diario: Apenas crucé el umbral de tu puerta, me sorprendiste con besos en mi cuello.

Me descolocan los hombres que de inmediato quieren entrar a la acción. ¡Caramba! De eso se trata este negocio, pero con calmita se disfruta más.

Nunca en mi vida te había visto. Al menos espera a presentarte, a decirme cómo te llamas y pueda echarte un ojo. Me zafé de tus besos y tomé dos pasos de distancia, iniciando una breve conversación rompehielos para, como dije, al menos conocerte.

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Estás chavito y eres guapetón. Muy delgadito, no muy alto; de ojos tiernos y mirada traviesa. Terminaste la universidad y estás chambeando en la empresa de un tío. No tienes novia.

Sabiendo eso, puedes despacharte. Me acerqué de nuevo a ti y te di un piquito en la boca. Sabías rico, como a chocolate de menta. De nuevo, tus labios asaltaron mi cuello. Me besaste con tanta lujuria que comencé a excitarme. Más cuando bajé la mano y descubrí que, así nada más, sin desnudarte, te sacaste el miembro.

Tomé entre mis dedos esa cosa apetecible, tibia y jugosa que creció en mi mano. Me empujaste suavemente y quedé sentada en la orilla de la cama, con esa cosa enorme blandiéndose frente a mis ojos.

Me relamí los labios masturbándola, antes de ponerle un condón con mi boca. La metiste hasta mi garganta.

Con el movimiento, resbalé de la cama y me puse de rodillas frente a ti, comiéndome tu miembro hasta el fondo, clavando mis uñas en tus muslos.

Me pusiste en cuatro y, después de pasearme un poco tu miembro ensalivado por mi sexo, me la clavaste a fondo y me embestiste como una fiera.

Me apretaste la cintura y te metiste a tope cuando inyectaste tu simiente en el condón.

—¿Sabes? Una vez oí a mi papá decir que te conocía y que cogías rico. Desde entonces, decidí que un día lo comprobaría— me dijiste al despedirte.

No es la primera vez que me cojo a un papá y un hijo; igual me resultó divertida tu determinación.

Hasta el jueves, Lulú Petite