Opinión

Llevaban un matrimonio de 20 años. De esa relación, Dalia y Joaquín tuvieron dos hijos. 

Nunca imaginaron que, por la pandemia de Covid-19, el dinero iba a escasear. Eran abogados, y habían vivido con estabilidad.

En el corporativo donde laboraba él, las cosas no salían: los proyectos no prosperaban y los pagos por comisiones escaseaban. Joaquín optó por no comentar lo que estaba ocurriendo a su esposa, para no preocuparla.

Ella percibió que algo no estaba bien, pues comenzaron a acumularse pagos de servicios de la casa sin solventar. Vino después un alejamiento; menudeó la falta de comunicación, y hasta la desconfianza.

Dalia, frente a este vaivén, pensó que Joaquín tenía una nueva relación. Ninguno fue capaz de sincerarse y hablar de lo que realmente ocurría. 

Debido a que ella pensó que la abandonaría junto con sus hijos, sin comentarle le demandó pensión alimenticia ante un juzgado de lo familiar. 

El descuento ordenado por el juez no tardó en reflejarse en el recibo de nómina de Joaquín. Enfureció.

Buscó asesoría para tratar de arreglar las cosas. En los documentos en los que se le notificó la resolución del juez, se le indicó que podía arreglar esta situación en el Centro de Justicia Alternativa del Poder Judicial de la Ciudad de México, de forma pacífica, gratuita y sin la necesidad de abogados.

Marcó al teléfono 55 91 56 49 97, extensión 8080; le dijeron que podía optar por el servicio gratuito de mediación en línea. 

En sólo una mediación, pudieron conocer cuál era la situación por la que atravesaban cada uno; ella, las dificultades de él en la oficina; y él, el temor de ella de sufrir abandono. 

Lograron acuerdos y se fueron con la reflexión de que es mejor dialogar antes de reaccionar.