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Recibió el servicio de premediación y le explicaron las bondades de los mecanismos alternativos de solución de controversias, como la mediación familiar, para que, sin abogados, buscará un convenio con Ignacio. Le pareció bien la idea, lo invitó y él aceptó, dados los nulos avances con sus abogados.
Les dijeron que con un acuerdo solucionarían los aspectos relacionados con sus dos hijos: guarda y custodia, pensión alimenticia y régimen de visitas y convivencias.
Bastaron tres sesiones de mediación en las que, con la conducción del mediador familiar, construyeron el mejor de los convenios: la guarda y custodia quedó a favor de Magda; fijaron un porcentaje del salario de Ignacio como pensión alimenticia para los niños, y acordaron las visitas y convivencias, de modo que no se perdiera el vínculo paterno-filial con Toño y Adrián.
Magda e Ignacio estamparon su firma en el convenio, el cual cuenta con la fuerza legal de una sentencia, y ambos se mostraron complacidos con lo logrado, lamentando haber perdido tanto tiempo con los abogados que cada uno había contratado.







