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Cecilia Giménez, la vecina del municipio español de Borja que sin quererlo transformó una modesta pintura religiosa en el meme más famoso de la década, falleció este martes a los 93 años de edad, según ha informado el Santuario de la Misericordia (ubicado en la misma localidad) en un comunicado a través de sus redes sociales. La mujer será recordada por millones de internautas en todo el mundo tras protagonizar uno de los episodios más insólitos y virales de la historia del arte contemporáneo.
Su salto a la fama se inició en el pequeño Borja, una localidad de poco más de 5 mil habitantes en la provincia de Zaragoza. En el Santuario de la Misericordia, Cecilia —una feligresa habitual sin formación profesional en restauración de arte— decidió intervenir el deteriorado Ecce Homo de Borja, una pintura mural realizada a inicios del siglo XX por Elías García Martínez.
Sin embargo, el resultado fue tan inesperado que desató carcajadas, polémica y millones de clics en todo el mundo. El rostro de Cristo quedó profundamente alterado y, en cuestión de horas, las imágenes comenzaron a circular por internet. Memes, parodias, montajes y bromas inundaron redes sociales y medios internacionales, que rebautizaron la obra como Ecce Mono. Lo que parecía un “desastre artístico” se convirtió en uno de los contenidos virales más compartidos de la década.
¿Por qué el Ecce Homo de Borja se volvió uno de los memes más famosos del mundo?
La polémica cruzó fronteras. Grandes medios de comunicación internacionales, museos, artistas y expertos en arte debatieron el caso. Incluso se llegó a discutir si la intervención debía revertirse o conservarse como testimonio cultural del siglo XXI. Finalmente, el ayuntamiento decidió mantener la pintura tal como quedó, protegiéndola con medidas de conservación y control de acceso.
Años después, y tras el reconocimiento de su impacto, Giménez fue homenajeada por diversas instituciones y recibió el afecto del público, que llegó a comprender la dimensión humana de su gesto.
Incluso, contra todo pronóstico, el fenómeno tuvo un impacto económico positivo. Borja pasó de ser un pueblo prácticamente desconocido a convertirse en destino turístico internacional. Durante los primeros años, miles de visitantes acudieron exclusivamente para ver el famoso Ecce Homo. Las entradas, el merchandising y las donaciones generaron ingresos que fueron destinados a obras sociales y a la conservación del santuario.








