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El monitoreo de los ecosistemas acuáticos mediante el uso de robots diminutos es un avance inimaginable hace unas décadas: pequeños artefactos autónomos recolectan datos y construyen un marco de comprensión de estos entornos vitales de la Tierra.
Sin embargo, esta tecnología conlleva un desafío considerable: el manejo de los residuos generados.
Hasta ahora, muchos de estos robots experimentales, diseñados para ser desplegados en grandes cantidades y a menudo abandonados en el fondo marino tras cumplir su misión, incorporan materiales no biodegradables y componentes electrónicos que pueden contener sustancias tóxicas.
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Se trata de una práctica que representa una acumulación de desechos electrónicos en lagos, ríos y océanos, contaminación que es una amenaza para la vida acuática y la salud general de los ecosistemas.
ROBOTS COMESTIBLES
Frente a este problema, un equipo de científicos suizos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), encabezados por el profesor Dario Floreano y el estudiante de doctorado Shuhang Zhang, ha presentado una solución única: robots acuáticos que no solo son completamente biodegradables, sino también comestibles.
Los artefactos creados por este grupo de científicos pueden ser ingeridos de forma segura por peces u otros organismos acuáticos, integrándose así al ciclo natural, una vez finalizada su tarea de recolección de datos.
En caso de no ser apetecibles para la fauna marina, sus componentes están diseñados para degradarse biológicamente sin dejar rastros contaminantes, ya que eliminan por completo los plásticos y químicos perjudiciales.
El diseño de estos robots acuáticos comestibles asemeja a una pequeña lancha motora. Cada unidad mide aproximadamente cinco centímetros de longitud y posee un peso promedio de 1.43 gramos. El casco del robot está fabricado a partir de un material inusual pero altamente efectivo: alimento comercial para peces.
Este alimento se procesa moliéndolo hasta obtener un polvo fino, que luego se mezcla con un plástico biológico. La mezcla resultante se vierte en un molde con la forma deseada y se somete a un proceso para conferirle estructura y durabilidad temporal en el agua.
El sistema de propulsión es igualmente ingenioso y respetuoso con el medio ambiente. En el interior del cuerpo del robot se encuentra una cámara que alberga una mezcla en polvo, no tóxica, de ácido cítrico y bicarbonato de sodio, componentes comúnmente encontrados en productos de consumo. Esta cámara está estratégicamente sellada en la parte inferior del casco mediante un tapón de gel.
El mecanismo de movimiento se activa cuando el robot es depositado sobre la superficie del agua, que comienza a penetrar gradualmente a través del tapón de gel, entrando en contacto con la mezcla de ácido cítrico y bicarbonato de sodio. Esta interacción desencadena una reacción química que produce dióxido de carbono (CO2) en forma de gas. A medida que el gas CO2 se expande, ejerce presión sobre el depósito de propilenglicol, forzando la expulsión de este líquido a través de un pequeño orificio situado en la parte trasera del robot, empujando hacia el frente a la pequeña embarcación.
Las pruebas de concepto iniciales han demostrado que estos robots pueden navegar por la superficie acuática durante varios minutos, alcanzando velocidades que varían entre media y tres veces la longitud de su cuerpo por segundo, antes de que su "combustible" se agote.
Sin embargo, la característica más significativa de estos robots es su completa comestibilidad.
El uso exclusivo de materiales ecológicos, como el alimento para peces, biopolímeros y los reactivos químicos no tóxicos para la propulsión, subraya el compromiso con la sostenibilidad.