que de donde menos lo esperas te llega la ayuda y eso es justamente lo que nos narra Hugo Alejandro.

“Iba por la calle Zaragoza cuando a mi Tsuru se le rompió algo y se apagó, lo que hice fue orillarme y abrirle el cofre, y no le hallé nada.

“En eso salió un viejito de una vecindad y con paso muy lento se acercó a mí. ‘¿Qué le pasó a la charchina?’, me preguntó y le dije: ‘No sé algo tronó y se apagó’.

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El anciano se quedó mirando y con firmeza me dijo que le diera marcha.

“No sé por qué, pero le hice caso. Le di llavazo, sólo arrastraba la marcha, eso lo hice tres veces, luego le quitó una por una las bujías, y yo le daba llavazo. “Ya, se amoló la bobina’, me afirmó. Yo como que no le creía.

“En eso chifló y salió un chavito como de 15 años y le dijo: ‘Tráete la bobina que está encima del coche de tu tío, y el juego de dados y matraca’. En dos minutos, el chavo salió con las cosas.

El anciano puso manos a la obra y en 15 minutos le di llavazo al coche y arrancó, me cobró 800 pesos.

Y yo me sentí mal porque pensé mal del anciano quien me dijo que le decían “El Pistón” y es la fecha que mi coche sigue como sin nada.

“De vez en cuando pasó y lo saludó, además de llevarle sus cigarros. No cabe duda, uno recibe ayuda de quien menos se lo espera”, concluye.

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