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“Yo pensaba que lo mejor era estudiar, mi meta era el Conalep, porque en casa había mucha necesidad.
Terminé la carrera de máquinas y herramientas, y trabajaba en un taller de torno, donde no me pagaban mal y podía apoyar en la casa.
“Pero la vida no es color de rosa, un día mi padre tuvo un accidente, del cual no pudo volver a caminar y no me quedó más remedio que trabajar el taxi por las noches.
“La mera verdad, no me gustaba mucho, pero poco a poco le fui tomando cariño, pues todos los días teníamos dinero y lo que me pagaban en el taller, servía para la despensa de la semana.
“Ahora, a seis años de ese cambio en mi vida, ayudo a mis padres y otro de mis hermanos maneja el taxi de día, yo de noche y vivimos bien; ahora sí que soy taxista por accidente”.
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