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“Resulta que de un bar salió un hombre muy tomado y me pidió que lo llevara a su casa y allá me pagaba, porque ya no traía dinero. Acepté, se subió y se quedó dormido.
“Media hora después llegamos a su destino, entonces lo desperté. El señor se paró de malas y comenzó a buscar algo en las bolsas de su pantalón y su saco, al no encontrar nada, me empezó a gritar: ‘Mi cartera, dámela, tú me la robaste, dámela’.
“Yo le dije: ‘no te pases, me pediste que te trajera y aquí me pagabas’. Los gritos aumentaron y salieron su familia y sus vecinos; comenzaron a rodearme, luego vinieron las amenazas y los empujones.
“Entonces, que grito: ‘al señor lo recogí en un table dance que está en tal parte, salió sin dinero y me pidió que lo trajera y acá me pagaba’. Su esposa y demás familia se quedaron callados, como apenados. La señora metió a su esposo. Yo me fui enseguida y con el placer de la venganza dibujado en mi rostro”.
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