Despedimos el año con un poderoso ritual de cierre y manifestación, acompañado por Oswaldo Torres, comunicador que se distingue por tocar temas controvertidos, poco comunes y, muchas veces, aquellos de los que otros prefieren no hablar.
Oswaldo es la voz detrás del podcast “Relatos de lo prohibido”, que se transmite todos los lunes a las nueve de la mañana, y actualmente también conduce el podcast “Invitado a lo desconocido”, espacios donde lo oculto, lo místico y lo inexplicable encuentran palabra.
Antes de concluir el año, se trabajó con un símbolo ancestral de gran sabiduría y poder espiritual: tres elefantes.

Colocados en número impar, los tres elefantes simbolizan la divinidad protectora del hogar, la supervivencia, la comida y el sustento constante.
Cada elefante fue dispuesto con la trompa hacia arriba, señal inequívoca de buena fortuna, éxito, apertura de caminos y elevación de la energía material.
En una de las trompas se colocó un billete enrollado, como símbolo de la circulación del dinero, la prosperidad que fluye y la atracción de ingresos honestos y constantes durante el nuevo ciclo.
Como ofrenda, se colocó un cirio con el ojo turco y el alimento que espiritualmente se asocia con el elefante: el cacahuate, que representa la nutrición básica, la sencillez que sostiene, la semilla que se multiplica y la abundancia que nace de lo pequeño.
Ofrecer este alimento es un acto de gratitud hacia la energía del sustento y la estabilidad económica del hogar.
Los tres elefantes se acomodaron formando un triángulo, figura sagrada que representa equilibrio, protección y manifestación.
Sobre esta forma se espolvoreó polvo de oro, invocando que todos los proyectos, además de concretarse, sean remunerados, prósperos y sostenibles en el tiempo.
Para concluir el ritual material, se colocó un ojo visor en forma de ojo turco de color amarillo, asignándole el papel de guardián de los proyectos y de las cuestiones materiales. Este símbolo actúa como vigilante ante la hipocresía, los deseos ocultos negativos, la envidia y las malas intenciones. A través del fuego, se pidió que dichas energías fueran retiradas, apartadas y transmutadas en luz, otorgando claridad y visión sobre lo que realmente conviene en el camino.
El cierre se realizó con una meditación enfocada en la flama del cirio, conectando con la conciencia superior, visualizando cada una de las aspiraciones que se desean atraer en el Año Nuevo: prosperidad, claridad, protección y expansión espiritual.










