La importancia de esta celebración radica en tres aspectos fundamentales: primero, como una oportunidad pastoral para escuchar la oración de los pobres; segundo, como un momento para tomar conciencia de su presencia y necesidades; y tercero, como un impulso para realizar iniciativas concretas de ayuda.
El Santo Padre subraya que la autenticidad de la oración se confirma en la caridad que se hace encuentro y cercanía. Sin embargo, advierte que la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en mera filantropía que se agota rápidamente. Por ello, la jornada busca unir estos dos elementos esenciales de la fe católica.
En el contexto actual, marcado por conflictos y crisis globales, la Jornada Mundial de los Pobres adquiere una dimensión aún más urgente. El Papa Francisco hace un llamado especial a reconocer cómo la violencia de las guerras genera nuevos pobres y víctimas inocentes, instando a los fieles a ser "instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres".
La jornada también reconoce y apoya la labor de los voluntarios que se dedican a los más necesitados, incluyendo sacerdotes, personas consagradas y laicos que, con su testimonio, dan voz a la respuesta de Dios ante las necesidades de los pobres.
Para los católicos, esta jornada representa un recordatorio de que la fe debe manifestarse en acciones concretas. Como señala el mensaje papal, "la fe sin obras está muerta", por lo que esta celebración busca motivar a los fieles a comprometerse activamente en la construcción de un futuro mejor para los más necesitados, combinando la oración con acciones tangibles de solidaridad y apoyo.






