“Era la señora Alicia, que desde que me dijo su nombre me sentí en el país de las maravillas; durante el trayecto le hice la plática y me brindó la confianza. Así, durante un año estuve haciendo méritos y cuando por fin me atreví a decirle que si quería ir al cine, ella aceptó.
“Ya para ese tiempo sabía que tenía una hija pequeña, con pelo muy hermoso, tan lindo que parecían resortitos colgantes, pues lo tenía bien chinito.
“Al paso del tiempo formamos una familia hermosa, pues me concedió la dicha de ser papá, un niño al que le decimos el ‘osito de peluche’; pues ella me confesó que siempre soñaba conmigo y me decía mi osito de felpa”, concluye Froilán.
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