Es la segunda de ocho noches a reventar de Bad Bunny en México y el puertorriqueño asegura, apenas corren las primeras piezas, que el público “está más ready” que el día anterior, cuando también reunió a 66 mil personas de distintas partes del mundo en el Estadio GNP.
Desde antes de que Benito salga a la tarima principal, rodeado de un combo de músicos salseros, pleneros y soneros de excelencia, ya tiene al público en la bolsa. Los asistentes esperan su aparición bailando con el sonido local, en un ambiente de carnaval con aroma a playa, en una ciudad sin mar.
Luego de una introducción con ‘La Mudanza’, Bad Bunny apareció en el escenario como todo un dandy que detuvo el tiempo por un minuto: la estrella más escuchada del planeta se quedó inmóvil, observando estoico, detrás de sus lentes oscuros, a esa enorme ola de gente y gritos que lo santificaban.
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El ícono del reguetón inició su espectáculo ‘Debí Tomar Más Fotos’ en los zapatos de un salsero de pura cepa, acompañado por un suculento combo de más de veinte músicos. Sonidos latinos con clase y sustancia que fueron de ‘Callaita’ al éxtasis de ‘Nuevayol’, entre pirotecnia y una multitud que cantaba cada palabra (para algunos, incluso las indecifrables).
Llegó entonces un segundo bloque del show en ‘La Casita’, escenario alterno más relajado y cercano a las gradas del fondo y a los boletos más accesibles, donde el artista puertorriqueño se entregó al perreo. “¡Aquí se viene a perrear sin miedo!”, clamó.
Este gesto de acercar su espectáculo a las zonas más económicas generó polémica. Para algunos fue injusto, pues las áreas privilegiadas vieron de lejos a su artista durante un largo tramo; para otros, fue un mensaje de unidad anticlasista digno de aplauso. Lo cierto es que la fiesta nunca decayó: Bad Bunny mantuvo el control del recinto y se sintió cercano a sus fans desde cualquier punto.
Muy ad hoc con el nombre de su gira y de su disco más reciente, ‘Debí Tirar Más Fotos’, en los accesos del venue se entregó a cada asistente una lámpara en forma de cámara fotográfica, que se colgaba al pecho como gafete. Su luz LED se sincronizaba con la música en temas como ‘Me porto bonito’, ‘Yo perreo sola’ y ‘Safaera’, encendiendo el Estadio GNP de colores y dejando a cada fan un souvenir memorable.
Bad Bunny regresó al escenario principal (el de las zonas más costosas) para rematar el show con un tercer bloque y un encore que incluyó ‘Ojitos lindos’.
El cantante, amado y criticado por igual, no dejó de agradecer a sus seguidores por aceptar su música en libertad y lanzó un mensaje claro: vivir cada momento al máximo, capturar lo irrepetible y atesorarlo; no permitir que otros apaguen tu ritmo solo porque creen que el suyo es superior, y mucho menos perderte la oportunidad de bailar una buena salsa o perrear hasta el piso, “si te quieres divertir”.








