
En un inicio, este hombre —nacido en Francia durante los años de la posguerra franco-prusiana— pensaba en que los Juegos fueran sólo en su país, pero luego decidió hacerlos con otros países.
Coubertin era un idealista atraído por la educación, dejó 12 mil páginas escritas, 15 mil impresas, entre mil 350 y mil 4500 libros, folletos y artículos escritos a cerca del olimpismo.
También fue un deportista, practicaba natación, equitación, remo, tenis, boxeo y el atletismo, entre otros, lo que lo llevó a entender las bondades del deporte y querer inculcarlo entre los jóvenes, quienes siempre fueron su principal objetivo.
Fue el 15 de enero de 1894, dos años antes de los primeros Juegos de la era moderna, que Coubertin envió una circular a toda Francia y al exterior acerca de su plan, cuyo segundo párrafo resume su idea:
“El restablecimiento de los Juegos Olímpicos sobre las bases y condiciones según las necesidades de la vida moderna convocarían a reunir a los representantes de las naciones del mundo cada cuatro años, y uno podría creer que estas competencias pacíficas y caballerescas constituirían la mejor forma de internacionalismo”, señaló.
Y entonces, comenzó a tener forma. A pesar de que la circular no fue bien recibida en un principio, el barón insistió enviando cartas con su propia letra manuscrita y logró el patrocinio de muchas coronas de Europa, hasta que el 6 de abril de 1896 se realizaron los primeros juegos de la era moderna en Grecia, donde todo empezó.







