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Por: Arantxa Meave
Somos algo muy distintivo de la Ciudad de México, merecemos un reconocimiento porque somos la nostalgia de la capital”, afirma Víctor Miguel Maya Mondragón, presidente de la Corporación Cultural de Organilleros, quien comenzó en el oficio a los 16 años y es la segunda persona de su familia dedicada a esta ocupación.
La Comisión Interinstitucional del Patrimonio Cultural, Natural y Biocultural aprobó por unanimidad declarar el oficio de las personas organilleras como Patrimonio Cultural Inmaterial de la capital.

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De Europa a Tepito
Recuerda que el organillo es un instrumento de origen europeo que llegó a México a finales del siglo XIX. Durante el Porfiriato su música se popularizó en la capital, convirtiéndose en parte del imaginario urbano. En sus inicios, los organilleros tocaban en vecindades de Tepito para reunir algunas monedas, ingresando a los patios y, más tarde, siendo contratados en algunos departamentos de la zona.
Con el tiempo, comenzaron a recorrer zonas emblemáticas del Centro Histórico hasta consolidarse como una de las estampas sonoras más reconocibles de la ciudad.
“Hay familias que llevan dos o tres generaciones en el gremio, y otras que apenas comienzan a salir a las calles”, comenta Víctor.









