A pesar de recibir una pensión mensual de unos 70 mil pesos por su trabajo previo como ingeniero eléctrico y un pequeño ingreso adicional de 3 mil pesos, Heinz limita sus gastos al mínimo.
Rechaza incluso la idea de tener un teléfono móvil para evitar el costo adicional que este implicaría.
Sin embargo, donde más se nota su austeridad es en sus hábitos alimenticios, gastando menos de cinco euros (92 pesos) al mes en comida.
Foto: (La Vanguardia)
Heinz prefiere recoger alimentos desechados o caducados que sus vecinos dejan fuera, convencido de la excesiva cultura del desperdicio en la sociedad.
El interés de Heinz por las propiedades no solo responde a su deseo de ahorrar, sino también a su convicción de que los bienes inmuebles son la mejor protección contra la inflación.
En su cuenta bancaria le sobraban cerca de 100 mil euros, algo así como 1 millón 840 mil pesos, los cuales se transfirieron a un depósito a plazo fijo para generar intereses.
A sus 80 años, Heinz todavía no disfruta de su fortuna porque sigue su plan de ahorro.
O, quizás, sea mejor decir que no disfruta su fortuna como lo haríamos la gran mayoría.
Cuando se le pregunta por el futuro de su patrimonio, el hombre se muestra incierto y menciona la posibilidad de dejar sus propiedades a inquilinos o a algunos primos lejanos, aunque teme que no pueden pagar el impuesto a la herencia.
Foto: (La Vanguardia)







