Los locos no nos preocupamos por el peinado, ni por lustrar los zapatos. Los locos dejamos de soñar con mujeres imposibles que sólo vienen a revolvernos la cabeza.
Soñé que mi futuro era un pordiosero a la deriva, mendigando caricias, comiendo sobras en la banqueta y tapándose del frío con un montón de noticias viejas.