Durante una hora las calles de Toluca se llenaron de colores y calacas, de elegancia, de flores, pero sobre todo, de niños que reviven a sus difuntos con risas que se envidian en los panteones
La CDMX fue testigo de la procesión sin importar el clima, la cantidad de gente o indicaciones de Protección Civil que no se daba abasto por el gran número de asistentes