El (CH), símbolo nacional y patrimonio cultural de la humanidad, atraviesa hoy una crisis profunda, el corazón de la capital late con dificultades: el desorden, la inseguridad, la pérdida del patrimonio y el abandono institucional están desfigurando su rostro histórico y su función como espacio público para todos.

Las calles emblemáticas como Madero, o Corregidora son testigos de una convivencia cada vez más tensa.

El ambulantaje ha crecido de manera exponencial, sin una estrategia clara de regulación. No se trata de criminalizar a quienes buscan ganarse la vida, sino de reconocer que la saturación del espacio público la seguridad y la imagen urbana.

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A esto se suma una creciente sensación de inseguridad. Robos al paso, narcomenudeo, extorsiones y cobros de piso son realidades que se viven en calles y callejones.

A pesar de los operativos y de la presencia policiaca, se percibe un incremento en la delincuencia. Los vecinos y locatarios hemos alzado la voz, pero las denuncias no se han traducido en acciones sostenidas.

El CH no puede seguir siendo solo visto como bastión de poder político. Es un espacio vivo, con memoria, identidad y una comunidad que lo habita y lo trabaja todos los días.

Es urgente que las autoridades implementen una política integral, seria y participativa; se necesita recuperar el orden sin caer en el autoritarismo, apoyar a los comerciantes formales y proteger el patrimonio sin convertirlo en una vitrina muerta.

No se trata de una nostalgia vacía, sino de una exigencia ciudadana legítima: que el primer cuadro de la ciudad sea un lugar digno, seguro y habitable para todos.

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