Pocas veces un examen de aspirantes a luchadores profesionales genera tan mala impresión, como el realizado el pasado sábado en las instalaciones del Velódromo Olímpico, a un costado de la Comisión de Lucha Libre de la Ciudad de México, que preside el luchador profesional, el Fantasma.

Y fueron los propios sinodales los que evidenciaron el bajo nivel de los jóvenes que sueñan con convertirse en los nuevos Rey Mysterio o Místico. Y ahí parece estar el gran error de las nuevas generaciones y de quienes les enseñan los secretos de los costalazos, ya que la mayoría se la pasa en el gimnasio aprendiendo a volar, a tirar unas tijeras, a impactar en tope o como se les ocurre, cuando muchos ni caminar saben sobre el cuadrilátero.

Uno de los más molestos con lo mostrado por los chavos fue Virus, quien tras finalizar la sesión no desaprovechó la oportunidad de sacar su enojo, asegurando que si de él dependiera, ni diez de los cuarenta examinados recibirían su licencia.

Una documento, que en manos de novatos sin las bases para encarar el reto de gladiar, se convierte en una ‘licencia para morir’, pues al subir con tan pocas herramientas para defenderse, corren más riesgo del que por la naturaleza de la disciplina ya existe.

En adelante, si es que a la Comisión de verdad le interesa la preparación de los muchachos, deberá hacer un filtro más rígido para los que busquen permiso para luchar.

Hay que empezar por los responsables de la enseñanza, y una buena opción sería certificarlos, para que solo los que sean reconocidos por la Comisión de Lucha Libre puedan mandar a sus alumnos a realizar la prueba.

¡Buenas luchas!