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“Ese coche fue una chulada; luego se regresó a los de cuatro puertas, con cajuela y ahí la llevo, porque este es el último año al volante, ya que en enero dejaré de trabajar, porque la vista, los reflejos y mis riñones ya piden descanso.
En todo ese tiempo, ha visto cómo los ejes viales, los terremotos de 1985 y de 2017, así como las construcciones, han cambiado el paisaje urbano. “Me acuerdo del hotel Del Prado, el Regis, del edificio Nuevo León, en Tlatelolco, las avenidas, la llegada de los taxis de aplicación. Todo es diferente, porque antes, cuando trabajaba en la noche, era llevar gente que salía de los salones de baile, los cabarets, posteriormente de los antros, y ahora de las chelerías”, recuerda.
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