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“Por sacarle plática, le pregunté cuánto tiempo llevaba como monja y me respondió: “No soy monja, soy madre y desde niña tuve la intención de ser mensajera del señor, y lo cumplí porque cuando uno entiende la fe y la profesa, es mostrar el amor a nuestro señor’.
“Yo, por dentro, pensé ‘chido’, y ella agregó que los jóvenes somos muy incrédulos y hasta burlones, pero que sólo nos falta una buena orientación para irnos por el buen camino.
“Al escuchar esas palabras, me quedé frío y ya no dije nada. Luego le cambié el tema, hablamos de política, de futbol, de cine y, con sorpresa, fui testigo que sabía de todo, total que el viaje se me hizo interesante. Al llegar a su destino me pagó y antes de bajarse me dio la bendición, y ese día sentí una gran tranquilidad y emoción”.
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