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“Un día todo cambió, porque la chica de enfrente me pidió llevarla hasta Xochimilco. Y como el viaje fue largo, platicamos de todo, hasta que salió el tema de Javier, mi vecino.
“Ella me dijo que en su casa su familia lo admiraba, por su forma de ser y porque, aunque no tenía los recursos, estudiaba y hacía deporte. Al hablar de él, a ella se le iluminaron los ojos.
“Le pregunté si le gustaba Javier y me dijo: ‘Sí, pero es muy tímido, a veces pasó cerca de él y agacha la mirada’.
“Al otro día, cuando lo llevé a la escuela, le conté lo de la niña y aunque le dije que fuera a verla, lo hizo una semana después y ella le aceptó salir a caminar. Duraron tres años de novios, luego entró a trabajar y le pidió matrimonio. Yo fui padrino de arras y me siento orgulloso de haber sido el Cupido de esa historia”, concluye don Daniel.







