El día de hoy te contaré la historia de uno de los asesinos más perturbadores y fetichistas en la historia criminal de Estados Unidos: , conocido como “El asesino lujurioso”, un hombre cuya obsesión enfermiza por los zapatos femeninos y la ropa interior lo llevó a cometer una serie de crímenes tan brutales como retorcidos.

Todo comenzó a mediados de los años 60 en el estado de , cuando varias mujeres jóvenes desaparecieron sin dejar rastro. Las autoridades encontraron algunos de sus cuerpos en ríos cercanos, presentando señales de estrangulamiento y mutilación. Sin embargo, lo más macabro era lo que ocurría después: el asesino conservaba partes del cuerpo de sus víctimas como trofeos, además de su ropa y zapatos.

¿Quién era Jerry Brudos, “El asesino lujurioso”?

Jerry Brudos nació el 31 de enero de 1939 en Dakota del Sur, Estados Unidos. Desde pequeño mostró un comportamiento extraño. A los cinco años, encontró unos zapatos de tacón en un basurero y comenzó a obsesionarse con ellos. Cuando su madre lo descubrió usándolos, lo humilló y lo castigó severamente, lo que solo reforzó su fijación y resentimiento hacia las mujeres.

Durante su adolescencia, su conducta se volvió más perturbadora. Robaba ropa interior de vecinas, acosaba a mujeres y desarrolló un fetiche por los zapatos de tacón y la lencería. A los 17 años fue internado en un hospital psiquiátrico tras intentar secuestrar a una mujer, pero fue liberado poco después al considerarse “no peligroso”.

Los crímenes de Jerry Brudos

Entre 1968 y 1969, Brudos desató una ola de asesinatos en el área de Salem, Oregón. Sus víctimas eran mujeres jóvenes a quienes atraía con engaños a su garaje, donde las golpeaba, estrangulaba y, en ocasiones, abusaba de sus cuerpos ya sin vida.

Después del asesinato, vestía los cadáveres con zapatos y ropa interior femenina y les tomaba fotografías, conservando partes del cuerpo como trofeos. Uno de los objetos que más llamaron la atención durante la investigación fue su colección secreta de zapatos, ropa interior y fotografías macabras que guardaba como si fueran recuerdos sentimentales.

Fue esta obsesión la que le valió el apodo de “El asesino lujurioso”.

Su captura

La policía logró dar con él gracias al testimonio de una joven que logró escapar de su intento de secuestro. Durante un allanamiento en su casa, los agentes encontraron evidencia fotográfica, prendas de las víctimas y herramientas utilizadas en los asesinatos.

Cuando fue interrogado, Brudos confesó sin remordimiento alguno, relatando fríamente cada detalle de sus crímenes. Dijo que lo hacía por placer y que los zapatos de las mujeres lo excitaban más que las propias víctimas.

El juicio y la condena

En 1969, Jerry Brudos fue declarado culpable de cuatro asesinatos y condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Durante su estancia en prisión, continuó mostrando un comportamiento obsesivo: enviaba cartas a mujeres desconocidas pidiéndoles fotografías usando tacones altos.

Murió en 2006, a los 67 años, en la prisión estatal de Oregón, siendo uno de los reclusos más longevos del sistema penitenciario del estado.

Su historia dejó una huella imborrable en la criminología estadounidense, no solo por la brutalidad de sus actos, sino por el trasfondo psicológico de sus obsesiones, demostrando hasta qué punto una mente enferma puede transformar el deseo en destrucción.

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