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(Foto: Cuartoscuro)
Pero en México, esta fiesta se unió al fervor local para honran a los muertos.
En los templos católicos, cada 2 de noviembre se celebran misas especiales donde los feligreses oran por las almas que, según la doctrina católica documentada en el Catecismo de la Iglesia Católica (párrafos 1030-1032), se encuentran en el purgatorio. Las campanadas solemnes marcan el ritmo de estas ceremonias tradicionales.
Paralelamente, en hogares y cementerios, se montan coloridos altares que fusionan símbolos católicos con elementos prehispánicos.
De acuerdo con los registros históricos, particularmente las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún en el "Códice Florentino", las celebraciones relacionadas con la muerte en el México prehispánico se realizaban durante el noveno mes del calendario mexica, aproximadamente en agosto. Fue durante la colonización cuando estas festividades se trasladaron para coincidir con las fechas católicas.
El calendario actual refleja esta fusión de tradiciones: el 1 de noviembre está dedicado tradicionalmente a los "angelitos" (niños fallecidos) y el 2 a los adultos, mientras que en el calendario litúrgico católico, el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos y el 2 el Día de los Fieles Difuntos.

(Foto: Cuartoscuro)
La preservación de esta dualidad representa un ejemplo notable de sincretismo cultural. Mientras la Iglesia Católica mantiene la solemnidad de sus rituales litúrgicos establecidos hace más de mil años, en nuestras casas continúan enriqueciendo la celebración con elementos propios, con una expresión única de fe y memoria que trasciende las fronteras entre lo sagrado y lo popular, entre lo sublime y la pachanga.







