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Desde temprana edad, Abraham se enfrentó a la soledad y la inseguridad, lo que moldeó su visión del mundo y sus decisiones futuras. A los diez años, ya era consciente de las dificultades económicas que enfrentaba su familia.
Recuerda momentos de aislamiento en la escuela, donde veía a otros niños disfrutar de la compañía de sus padres, una realidad que le resultaba ajena y dolorosa.
Esta soledad y la falta de apoyo emocional lo llevaron a tomar decisiones difíciles. En su búsqueda por satisfacer necesidades básicas, comenzó a explorar caminos peligrosos, incluida la prostitución, lo que representa un intento desesperado por escapar de la miseria.
Su vida dio un giro significativo cuando se unió a un grupo delictivo conocido como “halcones”.
Atraído por la promesa de dinero fácil y la ilusión de protección, Abraham se adentró en un mundo donde la violencia y la lealtad se convirtieron en normas.
La realidad del crimen organizado le enseñó que el respeto se ganaba a través del miedo, y que las lealtades se forjaban en situaciones extremas. En este entorno, comenzó a deshumanizar los actos violentos, utilizando frases como “mandarlos a dormir”, para lidiar con la brutalidad que lo rodeaba.
Uno de los eventos más impactantes en su vida fue el asesinato del hijo de un alcalde, un acontecimiento que dejó una huella profunda en su psique.
Este suceso cimentó su percepción de un mundo despiadado, donde la violencia era una constante. A lo largo de su trayectoria, Abraham estuvo involucrado en varias situaciones peligrosas que lo llevaron al borde de la muerte, lo que contribuyó a su desensibilización.
A pesar de las circunstancias adversas, hubo momentos de esperanza en su vida. Una figura de apoyo, a quien considera un “rayo de sol”, le ofreció una oportunidad para cambiar su rumbo.
Esta persona le motivó a dejar las drogas y buscar una vida diferente. Pero el ciclo de violencia y traición lo atrapó nuevamente, y las decisiones impulsadas por la presión del entorno lo llevaron a una prisión, tanto física como emocional.
En la cárcel, Abraham enfrentó una realidad dura y solitaria; la falta de apoyo y el aislamiento lo confrontaron con sus propios demonios. Fue en este contexto donde comenzó a reflexionar sobre su vida y las elecciones que lo llevaron a ese punto. A pesar de las adversidades, Abraham sigue buscando su lugar en el mundo, con la esperanza de encontrar un camino hacia la redención.
Él no es solo un joven perdido, sino un individuo en búsqueda de su identidad en medio del caos. Su experiencia invita a la reflexión sobre las realidades de aquellos que, a pesar de sus decisiones, anhelan una vida mejor en un entorno que parece estar en su contra.






