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“La miré por el espejo y no sonreí, me burlé y ella muy seria me reclamó, ‘no sea incrédulo, la mala suerte existe y llega cuando menos lo esperamos’, dijo, y no volvió a hablar.
“Al llegar a su destino me pagó con un billete de 100 pesos, el chiste es que le sobraban tres pesos y no los traía: ‘quédeselos, luego le pueden ayudar’, señaló, y se fue.
“Yo pensé ‘vieja loca’, pero al siguiente día llevaba un pasaje y lo tuve que bajar porque se ponchó una llanta. La cambié y tardé más de una hora para subir a otro pasajero. Al mes justamente del viaje con la santera, tuve un choque laminero, donde los ajustadores dijeron que yo fui el responsable, y a pagar.
“Y para colmo iba por el Eje Central, y que se escucha un tronido, me bajé y fue el motor; ahora lo están reparando. “Ya fui al mercado de Sonora para hacerme una limpia contra la mala suerte, sólo espero que cuando ya tenga mi taxi, la suerte me cambie. Aprendí que uno no se debe burlar de lo que no se ve”.
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