“Pones canciones tristes para sentirte mejor”, sentenció Cerati en su tema ‘Adiós’ del disco ‘Ahí vamos’ (2004). ¿Será un antídoto real para combatir la tristeza? ¿Servirá de algo esa melancolía sonora para cambiar de página y encontrar ‘un nuevo amanecer’ como cantaba el crack argentino?

Del lado del compositor, la respuesta tendría que ser afirmativa, sin duda. La tristeza, el caos, la rabia, el revuelo, las inseguridades, el ego, la pérdida, pueden estallar en la cabeza del creador, generar una pieza musical y sanar. 

Del lado del escucha, ¿qué alivio encuentras en piezas nostálgicas, que salen desde las profundidades del alma o desde el dolor de la pluma? ¿Qué genera en tus pensamientos, que ese quebranto acumulado al final sea una luz de compasión?

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(Foto: Unsplash)

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Desde luego que poner una canción triste cuando estás en un panorama tan incierto, lleno de inseguridades, en una niebla cegadora, suena a un profundo sadomasoquismo, a un acto criminal, kamikaze.

 Pero quizá en ese hecho temerario y suicida encuentras las respuestas que buscas cual ‘cuervo’ del gran Aguilera: “Y en el fondo no se encuentra la salida / En el fondo sólo existen los comienzos...”.

 Entonces es ahí, cuando tocas fondo, y esa música te golpea cual látigo con sus acordes y palabras abatidas, que vas desenmarañando respuestas que nadie preguntó.

Subes el volumen de tu reproductor al nivel máximo, ajustas los cinturones de tu sumergible, y rezas para que te saque de ese espiral en el que te encuentras mientras te acribilla El Mató a un Policía Motorizado: “Ahora imagino que están bebiendo en el bosque / Ahora imagino que sos tan feliz/ Ahora imagino que un amigo me está traicionando/ Ahora imagino que extrañas sombras siguen mis pasos”.

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(Foto: Unsplash)

Le das un generoso trago a tu bebida favorita que resbala como fuego por tus entrañas y te embriaga, es un arrebato que se mezcla con el siguiente track y la lisztomanía que ahora está jugando en tu contra. 

Tiendes a perder el control, a stalkear fantasmas, a imaginar cosas que te vuelven a mandar a la lona. “Poder decir adiós, es crecer”, te canta al oído el Ángel alado, pero aún no te quieres ir de la mesa de juego, quieres seguir perdiéndolo todo, pretendes seguir cayendo en picada y sin paracaídas, cometer el crimen y pagar la condena. 

“Quiero vivir dos veces, Para poder olvidarte / Quiero llevarte conmigo, Y no voy a ninguna parte”, agonizas junto al Salmón en la que pensabas era tu última estocada, tu último aliento, que tampoco no lo fue. 

Porque como diría aquel poeta, “lo malo de morir de amor, es que no te mueres”, porque en esas profundidades de melodías tristes, lo único que es seguro, es que en cualquier momento, cuando ya no encuentres una salida, llegará la siguiente canción.

CONTACTO / Mil Usos Rock

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