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La mayor parte del año la fosa común permanece sola, sin flores, sólo eventualmente llegan algunos sobrevivientes y familiares de víctimas.
El recuerdo de las explosiones y de la tragedia, aún estremecen, como lo relata Pablo Carranco, encargado del panteón: “Muchos salían huyendo “iban caminando y dejaban sus huellas de sangre y piel en el piso” por el fuego que quemó sus cuerpos, fue algo impactante y doloroso, “ver a mis vecinos llorando” contó.
“Yo era chamaco, pero estaba en chinga, con la pala ayudando a sepultar, porque vivo a tres casas del panteón. Nomás veía como subían las cajas, una tras otra, con un olor a perro muerto, los cuerpos llegaron después de varios días”, relató Ricardo Muñoz, quien hoy tiene 50 años.







