Hace unos días murió la escritora argentina, radicada en México durante todo este siglo, Mónica Maristain, quien laboró en esta misma casa editorial, El Universal, durante algunos años de su prolífica carrera en las letras.
‘Leeré hasta mi muerte’ es, irónicamente, el nombre de su último libro editado en vida, el cual presentó este mes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un lugar que fue también su refugio, su adoración, donde nadó como pez en el agua.
Para una escritora, morir en medio de la promoción de un texto, entre ferias del libro y presentaciones junto a otros autores, sería el equivalente, para un músico, a morir arriba del escenario: ¡el sueño de muchos!
Mónica era fanática de Andrés Calamaro. La recuerdo en una sesión de escucha para periodistas del disco Cargar la suerte, y hace un par de meses coincidimos en una comida organizada por Ismael Frausto, donde muchos la vimos por última vez.
Me gusta demasiado el título ‘Leeré hasta mi muerte’ porque, antes de ser un escritor que crea un universo literario hasta el último aliento de vida, está el lector, el niño o la niña que se pierde en la fascinación de palabras e ideas. Detrás de un gran escritor vive un gran lector. Ella fue ambas.
Pablo Ramos
También murió este mes Pablo Ramos, periodista de esta misma casa editorial durante casi toda su vida, mi jefe directo por unos ocho años antes de su retiro de los medios, y con quien compartí la sal, los tragos, las risas, mil entrevistas y algunos bailes y conciertos (Metallica cuando les abrió Iggy Pop, y U2 cuando presentó completo el Achtung Baby: ¡pedazos de conciertos en el Foro Sol!) Murió el amigo.
Jamás olvidaré su llamada telefónica: —“Hola, señor, habla Pablo Ramos. Ya revisé sus redes sociales, ya conozco su trabajo, necesito un reportero de música. Si acepta, ya no buscaré más opciones”.
Jamás había reflexionado sobre la importancia de las redes sociales. Son parte de nuestro rostro ante el mundo. Desde ese día traté, sin éxito, de no publicar tantas estupideces virtuales.
Yo también quiero leer hasta mi muerte. Sigo pensando que un periodista tiene que morir en el ruedo, hasta no poder más con su alma. Uno tiene que dejarlo todo, la vida misma si es necesario. Ya lo cantó el Salmón: “Muchos amigos se fueron antes que yo / y me dejaron solo / por eso, si el invierno hace frío, también bajo al infierno un poco”.
In memoriam.





