Querida familia Cósmica, esta semana el aire pesa distinto; huele a canela, a pino y a un ayer que se resiste a marchar.
No es una tristeza que rompe, es más bien una melancolía mansa, como la luz de una vela que parpadea justo antes de apagarse.
Es extraño cómo el corazón puede ser, al mismo tiempo, un pesebre lleno de esperanza y un cofre lleno de ecos.
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Ponemos la mesa y, sin darnos cuenta, servimos un plato de memoria.
La ausencia ya no es un grito, es un silencio que se sienta con nosotros. Ya no duele con la fuerza del rayo, sino con la constancia de la lluvia.
¿Cómo convivimos con la ausencia durante la Navidad?
El brillo en los ojos: no es solo por las luces del árbol, es por el reflejo de quienes nos enseñaron a encenderlas. El nudo en el pecho: Es esa lágrima que se queda a vivir a mitad de camino; no sale para no empañar la fiesta, pero no se va porque es el último hilo que nos une a ellos.
Crecer es aprender a brindar con el alma. Descubrimos que la magia no estaba en los regalos, sino en esa mesa completa que dábamos por sentada. Hoy, celebrar es un acto de valentía. Es entender que la fe no nos quita las cicatrices, pero les pone un poquito de escarcha para que brillen.
La Navidad ya no es perfecta, ni de revista, ni impecable. Es profundamente humana: rota por unos lados, remendada por otros, pero sostenida por el amor de quienes seguimos aquí, honrando a los que se fueron.
EL PESEBRE DE LO INVISIBLE
Quizás el Niño Dios no busca casas perfectas ni mesas relucientes. Quizás busca precisamente ese huequito que se hace entre la sonrisa y el suspiro. Porque ahí, donde el corazón se aprieta, es donde hay más espacio para que nazca lo eterno.
Agradecemos el ponche caliente, la mano que aún podemos sostener y el milagro de haber amado a alguien tanto como para que su ausencia siga siendo parte de nuestra Navidad.
PADMETIPS
El Hilo de los Deseos: Para esto, haz un nudo por cada deseo que tienes en mente. El árbol no solo guarda luces, guarda también las semillas de lo que vas a lograr el próximo año. Amarra tus sueños.
El Dulce de la memoria: coloca el dulce favorito de quien ya no está en su lugar de la mesa.
Pon su dulce favorito en la mesa. Aunque él o ella no esté presente no es un lugar vacío, es un espacio lleno de su esencia y de los momentos que te endulzaron la vida.
Te deseo que el Niño Dios nos devuelva la fe, la magia, para honrar lo sagrado que vive en todos nosotros. ¡Feliz Navidad!








