jornada metalera

El cielo (lo bueno) y el infierno (lo malo) del Hell and Heaven 2018

El festival metalero reunió en dos días de actividades a 160 mil seguidores de rock pesado en el Autódromo Hermanos Rodríguez

Wow! 07/05/2018 15:50 Redacción Actualizada 15:50
 

Sergio Flores C.
@MilUsosRock

EL CIELO

EL CARTEL. Lo que se vivió este viernes y sábado en la curva 4 del autódromo fue historia pura, todo un agasajo. La cartelera equilibró a bandas internacionales con algunas mexicanas y latinas. Fue un cartel que lo mismo presentó a ancestros del rock como Deep Purple, Scorpions, Judas Priest y Ozzy Osbourne, como a nuevos proyectos o de mediano recorrido como Marilyn Manson, Epica, Brujería, Kadavar, o Sierra León (¿qué clase de Festival Catrina es esto?), lo cual formó todo en un cóctel metalero para todos los gustos y exigencias. 

EL INFIERNO

EL AUDIO. Aunque los cuatro escenarios instalados en el recinto (de autos) lucían realmente imponentes en cuanto a producción, la realidad es que al final la queja fue la mala calidad de su sonido. Incluso los escenarios principales, los 'monstruosos' Heaven Stage y Hell Stage fueron una decepción en cuanto a audio. Marilyn Manson, que de por sí se veía poco inspirado y pasado de “meta azul”, pasó una de sus peores tardes. A su banda jamás le pudieron ajustar los volúmenes y sonaron sin presencia, sin contundencia, huecas como el corazón de tu ex novia, algo que se repitió con el grueso de las bandas y que se convirtió a la postre en el talón de Aquiles del H&H en esta edición.

EL CIELO

LA GENTE. La familia metalera se comportó a la altura. No se registraron mayores incidentes o borrachos ‘mala copa’. Quizá la madurez que dan los años ayudó para que todo fluyera (como dicen las niñas bien) y se llegara a buen camino. También benefició que los contados slam que vimos parecían en cámara lenta, como si tuvieran miedo de chingarse la rodilla en una de esas. ¡Qué bonita familia!

EL INFIERNO

TLÁLOC MAN. El viernes, por ahí de las 7 de la tarde y mientras sonaban Testament en el Metal Stage; Refused en el Hell Stage y Resorte en el Alternative Stage, se soltó una lluvia enviada desde el lado más cruento del cielo. Al principio la banda (el público) la tomó bien, sirvió para refrescar lo que hasta el momento había sido un día bien caluroso. Lo malo es que Tláloc Man se la pasó tan a gusto en el festival que ya no se fue, dejando a los presentes hechos una sopa, con las miradas tristes y sin ganas de vivir. Muchos se taparon donde pudieron: en los stands de marcas participantes, en los puestos de comida y mercancía, e incluso debajo de los árboles como esperando impacientemente un rayo. 

Cuatro horas de lluvia no son de Dios, o sí, y pues mucha gente se fue retirando del foro, antes de que salieran Deep Purple y Scorpions. 

El cielo dentro del infierno, lo bueno: ¡El sábado ya no llovió! Aunque sí quedaron algunos charcos con lodo que no causaron mayores broncas. 

EL CIELO

LA ENTREGA. Tanto el público como las bandas y la producción, se entregaron por dos días a los Dioses del Metal. Se notó en todo momento la intención de pasarla bien. Hubo shows memorables (aquí cada quien inserta los que vio y disfrutó). 

Jack Black, sí el gordito de la película 'Escuela de Rock', se comió los corazones de todos con su guitarra electroacústica y su banda Tenacious D. El trío de gigantes Kadavar fueron contundentes y explosivos, ya se sienten en casa. Deep Purple mostró maestría, son una leyenda en vida y tocaron más de una docena de clásicos, varios de ellos fundamentales en la historia del rock (su arranque con 'Highway Star' es de lo mejor de la vida, en verdad). Scorpions es precisión quirúrgica y una bomba de pura sangre alemana en el tiempo (quizá ya no vuelvan a México). 

El sábado negro tuvo varias misas obscuras, gracias a tres sacerdotes: Marilyn Manson, Rob Halford y Ozzy Osbourne. Cada uno con su estilo, hicieron de la pista, aún un tanto lodosa por la noche previa (ver punto de Tláloc Man), un lugar ideal para sus respectivos rituales. Manson como el Anticristo Superestrella, Halford como el Judas que pasa por encima de la ley y Ozzy como el viejo doctor de magia negra que tiene remedio para todo lo incurable. Un cierre perfecto y Todopoderoso en el que también figuró Megadeth, quienes han tocado tanto en México que seguro ya deben de tener un departamentito en Coacalco. 

EL INFIERNO.

LOS COSTOS. Todo está perfecto y bonito hasta que llega la cuenta. No nos consideramos codos nivel norteño, pero pagar más de 100 pesos por una chela (a veces mermada con agua y no siempre tan helada como gusta) es un dolor de amígdalas. Presupuestos aparte, elevados gastos de estacionamiento, comida y playera oficial del evento aparte, sí es toda una 'inversión' el ser parte del Hell&Heaven... pero lo vale cuando ves los likes de la selfie que subiste a las redes sociales. Como si se tratara de una vasito de café con tu nombre en un costado, la festivalitis es también un placer que denota un cierto estatus como café del Starbucks. 

EL CIELO

LAS ATRACCIONES. Y no nos referimos a las bellísimas mujeres que acuden al festival (o bueno, también). A lo que queremos llegar es a todas las actividades paralelas a la música. Esta edición se sumó una confortable área para niños (llena de juegos), una sala de cine al aire libre con sillas montadas sobre un jardín, así como una zona para discapacitados (muy mal ubicada, por cierto, tapaba bastante a una parte de la zona general). A esto se le suman stands de tatuajes, barbería, activación de marcas, así como exhibición de motos y lucha libre. 

EL INFIERNO

LA CAMINATA. Si no eres un runner, muy de moda hoy en día, el trayecto de la puerta 6 o 15 del autódromo al lugar de los conciertos es por sí misma una manda. Si a esto le sumas los desplazamientos dentro del lugar hacia los diferentes escenarios, baños y áreas de comida, seguro habrás caminado varios kilómetros y al final ya no podrás con tu alma. Lo bueno: hiciste harto ejercicio. Lo malo: no tenías planeado hacer ejercicio sino únicamente ver a tu banda favorita. Lo peor: son dos días. 

*

La edición 2018 del Hell&Heaven reunió a 160 mil asistentes según datos de organizadores (Live Talent / OCESA). El sábado el festival colgó el letrero de localidades agotadas. La euforia para los amantes del heavy metal se desató a lo largo de dos días llenos de poder, adrenalina, fuerza y mucho rock pesado en todas sus vertientes. ¿Marca un parteaguas la edición 2018 en la historia del heavy metal en México? La respuesta probablemente será afirmativa para muchos.

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