Más que un adorno, más que un símbolo festive, el árbol de navidad está inscrito en nuestros genes humanos.
Para los ancestros, los árboles de invierno eran respetados como seres sintientes que, durante la más difícil de las estaciones, tenía una fuerza especial para seguir creciendo.
Hacían ejercicios para conectar con ellos y recibir ese poder. Habrá quienes tomen estas prácticas como fruto de la ignorancia o la superstición, pero hallazgos recientes de la física cuántica indican que los árboles no sólo reciben pasivamente la energía del Sol, sino que la toman intencionalmente para usarla, como los humanos abriremos los brazos en la playa para asolearnos.
En cuanto a los ancestros, se acercaban a los árboles de invierno, conectándose con ellos para recibir su energía especial, y fortalecerse para cumplir con sus propósitos de año nuevo.
El ritual: