Tras cometer el crimen, el hombre arrepentido mandó a hacer un altar en la esquina del callejón, para que todo aquel que pasara por el sitio orara por el alma del menor.
Desde entonces la gente comenta que ahí se puede sentir una energía pesada y siniestra e incluso por la noche han llegado a ver al pequeño y aún se escucha su llanto.
También se dice que se ve una sombra del diablo vestido de charro negro y quien lo mire de frente está cerca de la muerte.