Los hábitos saludables deben ser un objetivo en toda familia y deben incluir los relacionados con la elección de almuerzos y colaciones balanceados, alternativa para una mejor alimentación general.
Investigaciones del Biocodex Microbiota Institute sobre la relación entre la microbiota intestinal, obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares ponen datos importantes sobre la mesa de trabajo.
Lazos comunicantes. Para empezar, hay que mencionar que las bacterias del intestino se reparten en dos grupos: bacteriodetes y firmicutes.
En personas obesas son más las firmicutes, que obtienen más calorías al alimentarse de azúcares lentos.
Los estudios apuntan que una alimentación rica en grasas desequilibra la microbiota intestinal y puede provocar resistencia a la insulina, lípidos en sangre elevados, hipertensión arterial e hiperglucemia.
Una dieta rica en frutas, verduras y aceite de oliva, pero baja en carne, ayuda a las bacterias a producir ácidos grasos de cadena corta (AGCC) que son fuente de energía, regulan el apetito el tránsito intestinal y formación de grasas.
Alimentación, factor clave. Las papilas gustativas disfrutan de grasas en perjuicio de la microbiota intestinal, a menos que se elijan grasas buenas y suficiente fibra.
Los ácidos grasos saturados como el aceite de palma deben evitarse, ya que reducen la diversidad bacteriana y favorecen el aumento de peso.
En cambio, el aceite de oliva podría restaurar la diversidad microbiana y reducir el peso. Otra opción es el aceite de pescado, por su contenido de lactobacilos y bifidobacterias.
Además, la fibra de cereales, tubérculos, nueces, semillas, frutas y verduras es una fuente de azúcares no digeribles que influye en el equilibrio metabólico.
La fibra es vital sin ella, no se puede fermentar para extraer energía, las bacterias comienzan a erosionar el moco protector de las células intestinales, exponiéndolas a bacterias nocivas. La fibra permite un mejor control de la presencia de azúcar en la sangre.
