Un adiós que da esperanza

Gabriel Cruz

OPINIÓN 04/06/2019 09:05 Gabriel Cruz Actualizada 09:05

Hace poco tiempo alguien me comentó que yo había perdido interés por la lucha libre, y tal vez tenía razón. Sin embargo, no por toda la lucha libre. 

Sí, por la que protagonizan estetas que navegan con la bandera de morirse en un ring, como su ideal en la vida profesional.

Sí, por la que se hace sin respeto a las reglas, escritas y no escritas. 

Sí, por la que promueven personajes que imponen su imagen, por encima de la de los luchadores.

Sí, por la que ha hecho de este deporte espectáculo, un show barato en el que las “estrellas” son desechables.

Pese a todo, hay momentos que valen la pena y reivindican a los costalazos de paga como una disciplina digna, y fortalecen su credibilidad.

El pasado viernes, dos luchadores constantes en las carteleras pero que por cuestiones inexplicables no se rozaron nunca con las llamadas “figuras”, se enfrentaron en un duelo inédito en el Consejo Mundial de Lucha Libre.

Se jugaban las carreras. Una lucha por el retiro que de haberse programado en otro lugar, habría tenido un final sombrío, lleno de dudas, pero era en la Arena México y el resultado estaba garantizado.

Fue una lucha memorable, por el simple hecho del impacto que tendría en el derrotado. La víctima del destino fue el Metálico y su verdugo, Virus.

Se acabó una carrera y aumentó el valor de otra, pero sobre todo, fue un bálsamo de esperanza para la lucha libre mexicana, tan alejada en los últimos tiempos de la magia que la hizo incomparable.

¡Buenas luchas!

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