"Su respiración estaba agitada, sentí su mano bajando por mi piel", por Lulú Petite

"Querido diario: Ese hombre tenía el miembro tan parado y duro que no cabía en mi manita. Me miraba con lujuria , buscando que nuestras pupilas se encontraran, mientras yo lo masturbaba. 

Era un tipo bajito, no me imaginé, cuando lo vi, que guardara bajo sus calzones semejante herramienta.
Me puse el condón en la boca y empujé con los labios. Saqué la puntita de mi lengua y comencé a lamer el tallo, quizá con la intención inconsciente de tantear lo que me iba a dar.

Acaricié sus bolas con mis manos y metí el miembro a mi boca. Alcé la mirada y sus ojitos, encendidos, turbios, me miraban sin parpadear. 

Su respiración estaba agitada, su pecho se inflaba y desinflaba con rapidez. 

Sentí su mano en mi espalda, bajando por mi piel hasta meterse entre mis nalgas y comenzar a dedear mi sexo.

Era un hombre maduro, apenas un par de centímetros más alto que yo, rechoncho y casi calvo, con un bigotito lineal muy pegado a su labio superior que más bien parecía la marca de haber bebido un vaso de chapopote. No era un hombre atractivo, pero... ¡Caramba! Su pene era una cosa estupenda.

No te voy a mentir. He visto más grandes y más gruesos. No era eso lo suyo, de hecho, detesto los penes descomunales, lastiman.

El de ese hombre más bien era... ¿Cómo decirlo? ¿Sorpresivo? No te esperas que un tipo tan normal tenga un pene tan chulo. Buen tamaño, buena forma, olía rico. ¿Qué te digo?

Apenas terminé de chupársela, me puso de cucharita y me lo dio hasta el fondo. Comenzó a moverse y sentí delicioso.

Sus manos en mis senos, su sexo punzándome las entrañas. Mi orgasmo fue formidable, pero él me siguió cogiendo, una y otra vez, en varias posiciones hasta que la hora y nuestros orgasmos hicieron inolvidable una tarde común."

Hasta el jueves, Lulú Petite