“Son los sábados, cuando mi cuerpo le pertenece”, por Lulú Petite

Querido diario: Me gusta ver a Alfredito. Me llama un sábado si y al siguiente no. Eso sí, siempre me llama en sábado; es como su mantra. Si por alguna razón no puedo atenderlo, medio se pone de malas, pero se lo compenso al siguiente fin de semana.

Lo vi este sábado. Por incompatibilidades de agenda, llevábamos cuatro fines de semana sin coincidir. Él dice que antes, cuando comenzó a pagar por sexo, llamaba a chicas distintas cada vez. Era parte de la adrenalina, conocer nuevos cuerpos, probar nuevos besos, saborear otras lenguas, labios, pezones.

En esas aventuras se encontró con que a veces le tocaban mujeres sensuales y juguetonas, con las que la pasaba de maravilla, pero en otras, eran chicas con quienes no la pasaba bien.

Un día decidió dejar de buscar y llamar sólo a una. A alguien con quien se sintiera a gusto y tuviera química. La que ganó esa rifa de los sábados fui yo.

Como teníamos cuatro semanas sin vernos Alfredito estaba calientísimo. Apenas me recibió y ya me estaba metiendo mano. Venía en ropa deportiva y bajo sus pants se levantaba una erección indecorosa. La tomé en mis manos y comencé a masturbarlo sobre la tela.

Él metió sus manos bajo mi falda y clavó su boca en mi cuello, tapizándolo de besos. Me agarró las nalgas y me las separó riquísimo. Me bajó la lencería, tomó un condón, se bajó el pants, me separó las piernas y así, sin más, me la metió de golpe. Gemí encantada. Él me embistió deliciosamente hasta venirse a gritos. Luego nos recostamos en la cama.

—¿Qué te gusta de la vida? —le pregunté para hacer conversación

—Cogerte —respondió.

—Bueno, pero algo más espiritual.

—Cogerte, con toda el alma.

No se diga más.

Hasta el jueves, Lulú Petite.