RELATOS SEXUALES
“Me miraba como lobo hambriento y me hizo aullar de placer”, por Lulú Petite
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Querido diario: Iba tarde a una cita de trabajo. Un cliente ya me estaba esperando en el motel. Bajé y estaba a punto de subirme a mi coche, cuando me saludó un vecino y me previno que estábamos en contingencia y que aunque mi coche tuviera calcomanía doble cero, le tocaba no circular.
¡Carajo! Ni hablar. Cerré el coche, agradecí a mi vecino haberme salvado de una posible multa y llamé un Uber.
Julio me esperaba recién duchado, con una toalla en la cintura. Se acercó a mí y comenzó a besarme. La toalla resbaló de su cintura y reveló su tremenda erección.
Instintivamente, la tomé con mi manita y comencé a masturbarlo, mientras él metía sus manos por debajo de mi blusa y apretaba mis senos con fuerza. Me dio un beso mientras me ayudaba a desnudarme.
Nos tumbamos en la cama, separó mis piernas y, mirando mi sexo como lobo hambriento, se puso el condón frente a mí, metió después sus manos bajo mis rodillas, levantó mis piecitos al aire y acercó su cuerpo para empalarme de un sablazo. Aullé de placer.
Me dio riquísimo. Antes de ducharnos y vestirnos, le conté lo que me había pasado, por qué me había retrasado y cómo mi vecino me había salvado de una multa segura, porque eso sí, por salir cuando no circulas, te pican los ojos.
Se quedó pensativo y me preguntó en qué número termina mi placa. Cuando le dije, comenzó desabotonarse la camisa.
—¿Qué haces?; pregunté.
—Tendré que esperar aquí a que den las diez, mi placa termina con el mismo número que la tuya —respondió fastidiado.
—¡Lo siento, baby! —respondí apenada, cuando estaba a punto de pedir mi Uber.
—¿Te pago otra hora?
—¡Va! —le dije y comencé a desnudarme de nuevo.
Hasta el jueves, Lulú Petite.