"Sentí la punta y de un empujón dejó que entrara todo", por Lulú Petite

Querido diario: Yo estaba tendida en la cama, boca arriba, completamente desnuda, con un dildo enorme de color púrpura a un lado mío, sobre el edredón. Las piernas bien abiertas y pellizcándome los pezones.

Él tomó el dildo y lo sacó de su empaque. Era un producto nuevo y estaba sellado, de modo que tuvo que usar sus dientes para vencer el plástico del juguete.

Tomó el pomo de lubricante y puso una buena cantidad en la punta del dildo, luego lo esparció con sus dedos y limpió el gel sobrante untándomelo con delicadeza en los labios vaginales. Sentí un escalofrío cuando me tocó el sexo y cerré mis ojos.

De inmediato, sentí la punta del dildo en mi vagina y, de un empujón, me lo metió todo.

Ahogué un grito que, de inmediato, se convirtió en jadeos. Él activo un botón y el juguetito comenzó a vibrar aceleradamente. ¡Caramba! Sentí riquísimo. Jaló mi mano y me entregó entonces el dildo que ya tenía incrustado en las entrañas.

Comencé a mover las caderas en círculos, mientras acomodaba el aparato de manera que me provocara el placer que estaba buscando. Controlaba yo el ritmo, la velocidad, la profundidad y, sobre todo, la posición en la que llenaba mis huecos y presionaba el clítoris de la manera en que me encanta.

No tardé en sentir el subidón ese de cuando se te está formando un orgasmo. Gemía casi sin darme cuenta, poco a poco, la velocidad y volumen de mis jadeos se fueron incrementando, hasta que un huracán despertó en mi sangre y llevó el torrente fulminante de un enorme orgasmo que me obligó a gritar al venirme.

Estaba sonrojada cuando abrí los ojos y vi que él ya tenía puesto el condón. Me sacó el vibrador de un jalón y lo sustituyó con su enorme pene. Me comió riquísimo.

Hasta el jueves, Lulú Petite.