"Me lo hizo tan rico y con tanta urgencia, que ni su nombre me dijo", por Lulú Petite

Querido diario: Lo mejor del sexo clandestino es ese ratito en el que nada importa. Te estoy escribiendo esto después de que me pusiera una cogida maravillosa un tipo de quien ni siquiera sé el nombre. No es que sea distraída, es que ¡no me lo dijo! 

Cuando llegué a hacerle la chamba, el tipo estaba tan caliente que ni se presentó.

Sabía a lo que iba y lo que quería. Traía una vibra sexual tan intensa que, apenas crucé el umbral de su puerta, sentí sus manos acariciar mi trasero. Lo interesante es que no era agresivo, ni vulgar, solamente muy intenso.

Supongo que es casado, porque usaba argolla. Lo cierto es que no sé porque, como dije, no llamó para socializar ni para conocernos. 

Apenas tomé mi dinero, me cargó de la cintura y me sentó sobre el tocador, separó mis piernas, se puso de rodillas y comenzó a lamerme el sexo. 

Lo hizo con cierta urgencia, casi brusca, sin más técnica ni intención que humedecerme los labios. Se puso de pie, tomó uno de los condones del tocador, se bajó la bragueta, se puso el preservativo y con la prisa de un adolescente, me la metió a fondo. 

Puso sus manos en mis muslos y comenzó a moverse, jalándome hacia la orilla del tocador, para que mi sexo quedara lo más expuesto posible. 

Sus dedos se clavaban en la piel suave de mis muslos y sentía su miembro gordo y largo penetrarme las entrañas. Yo seguía vestida y él también, aún así era una cogida formidable. 

Me apretó los senos sobre la ropa y, lamiéndome el cuello, se vino a chorros en el condón.

Luego, nos desnudamos, nos metimos a la cama y seguimos cogiendo hasta que terminó su hora. Ya en mi coche, me di cuenta de que ni su nombre me había dado. Lo guardé en mi teléfono como “El intenso”, por si llama de nuevo.

Hasta el jueves, Lulú Petite.