"Me dio un rico arrimón y después cabalgué en él", por Lulú Petite

Querido diario: Me toma de la cadera y me jala hasta pegar mis nalgas a su entrepierna, siento su bulto bajo el pantalón y un cosquilleo que me emociona.

Tomo el dinero del tocador y le pregunto si es mío. Asiente, mientras me arrima su bulto a las nalgas. Guardo mi pago y le pido que me ayude a bajar el zipper del vestido.

Nos desnudamos. Le doy la mano y lo llevo a la cama. Él se acurruca a mi lado y mete su mano entre mis muslos.

Siente la humedad y la esparce por mi vulva. Se me escapa un gemido. Se acerca y me dice al oído cómo me va a hacer el amor. El timbre varonil de su voz tan cerca de mi tímpano me provoca escalofríos y dispara mi deseo.

Estiro la mano y encuentro la piel suave y tibia de su miembro erecto. Comienzo a masturbarlo, mientras él sigue murmurando cosas que no alcanzo ni quiero entender. Sólo pienso en que me coja. Tomo uno de los condones, lo saco del empaque y se lo pongo. Tiene un pito precioso.

Me encanta lo misterioso que es este hombre. Nos hemos visto varias veces, pero es de pocas palabras. No sé cómo se llama, a qué se dedica. Simplemente va a lo suyo. Pero es tan caliente y tan bueno en la cama, que me encanta.

Me monto en él y lo cabalgo un rato, luego me pone de cucharita y levanta mi pierna para clavarse con más profundidad. ¡Caramba, qué rico se mueve! Acaba de perrito y me lleva a un orgasmo tan intenso, que me desplomo sobre la sábana, con la respiración desbocada.

Él se levanta de prisa, tira el condón al cesto y se mete a bañar. Después de él, me ducho yo y nos despedimos como cada vez, sin más charla, pero con la promesa de repetir pronto. Seguro así será.

Lo tengo guardado en mi celular como el mudo.

Hasta el martes, Lulú Petite