“Dos exquisitos hombres en un día, los beneficios del trabajo”, por Lulú Petite

Querido diario: Bajo por las escaleras de un piso al otro. Vengo de atender a un cliente en el cuarto piso y voy con otro que me espera en el tercero. Me gusta este motel, es limpio, cómodo y discreto. Además, el personal es siempre muy amable conmigo.

El cliente del cuarto piso es un tipo simpático. Un poco rechoncho, de buenos modales y estilo tranquilo. El sexo con él fue bueno. Nada espectacular, pero bueno. Nos desnudamos antes de meternos en la cama y, entre besos y faje, terminó por hacérmelo de perrito. Me gusta esa pose, permite una penetración más limpia y profunda, además, me encanta cuando me acarician las nalgas mientras me la meten de perrito.

Después del sexo, platicamos un rato. Cuando vi que se acercaba la hora de atender al del tercer piso, me levante y me metí a la ducha. Me lavé hasta el último rincón. Siempre me baño exhaustivamente entre un cliente y otro.

Me despedí del chico del cuarto piso lanzándole un beso desde la puerta. Él lo atrapó en el aire y se lo llevó a la boca.

Caminé hasta la habitación del cliente del tercer piso. Llevaba rato esperándome. Es un tipo de cuarenta y tantos. Fornido, rudo y muy caliente. Ya lo conocía. Nos hemos visto varias veces, pero hoy venía tan caliente que no se aguantaba.

Mi dinero estaba en el tocador, como de costumbre, pero él llevaba prisa. Le urgía cogerme.

Me pidió un condón, se lo di. Se bajó la bragueta, sacó su miembro erecto, se puso el preservativo, me subió la falda, bajó mis calzones y allí mismo, contra la puerta, me penetro de golpe. No te puedo describir la cogida tan deliciosa que me puso con ese ímpetu. Rodamos por toda la habitación flotando en sexo.

Me despedí del chico del tercer piso lanzándole un beso desde la puerta. Él lo atrapó en el aire y se lo frotó en el pene.

Hasta el martes, sígueme en Twitter: @LuluPetite2022