“No sabía si ponerle un condón o atarle una bandera”, por Lulú Petite

Querido diario: No te miento. Lo primero que le vi fue su cuello. 

Entro a tu habitación y me estás esperando, descalzo, con jeans caros y camiseta negra de algodón que se unta en tu cuerpo varonil.

Me susurras advertencias cachondas sobre las ganas te tienes de hacérmelo. Me tomas de la mano, me miras a los ojos con lujuria retadora y me pones de espaldas contra la pared, me das un beso.

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¡Caramba! ¡Tu cuello! Es alargado y duro, musculoso. Te da tanto porte. 

Meto mis dedos en el pelo de tu nuca y saboreo tus besos mientras voy bajando mis manos y me cuelgo de tu cuello, levantada de puntitas, apenas manteniendo el equilibrio, pescada a tu lengua y con los dedos entrelazados.

Te me pegas por completo. Siento tu cuerpo invadiéndome, ocupándome centímetro a centímetro. Siento en mi abdomen, por debajo de tu pantalón, tu sexo crecido, durísimo, apuntando hacia arriba. Bien dicen que, entre beso y beso, se asoma el “sin hueso”.

Te restriegas varias veces en mi cuerpo, me quieres hacer sentir tu palo enorme, subes mi vestido, aprietas mis nalgas, apartas mi lencería de encaje negro y sin esperar metes tu mano por entre mis muslos.

Siento tus dedos acariciar mi sexo, me apoyo en la pared mientras hurgas en mis labios vaginales. Te mojo la mano y siento cómo tus dedos resbalan dentro mío.

Me das un beso y, con la mano libre, me tomas del cuello. Me comes la boca, nuestras lenguas pelean, mientras tus dedos me ponen cachondísima.

Meto la mano en tus pantalones y saco tu miembro duro. De nuevo: ¡Caramba! ¡Qué rabo te cuelgas! No sabía si ponerle un condón o atarle una bandera.

Me decidí por el hulito, me puse de rodillas y me la metiste en la boca.

No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Si algo me he encontrado haciéndolo tanto, es que nueve de cada diez hombres que tienen un buen cuello, también tienen un miembro riquísimo.

Por eso, conmigo, si tu cuello está lindo, ya tienes una ventaja.

Hasta el jueves, Lulú Petite.