"Gimo de placer en cada estocada y tu cadera no deja de moverse", por Lulú Petite

Querido diario: Tus dedos se van deslizando por mis muslos mientras tus besos ruborizan mis mejillas. Tus manos se hunden traviesas en mi pubis. Separas mis piernas, rozas con suavidad los pliegues de mi sexo. Gimo.

Mis pezones se ponen duros y encuentro tu miembro duro. Lo empuño y comienzo a masturbarte.

—Métemela —te suplico al oído. La sábana está empapada. Son tantas mis ganas de que me cojas, que mi lubricación es copiosa. Siento muchísimo placer cuando te introduces en mí. Separo las piernas y te recibo, comienzo a jadear apenas te siento dentro. La tienes grande. Me duele un poco, pero me gusta. Quiero que entres muy a fondo y que no pares.

Comienzas a moverte. Pongo mis manos en tu pecho y hundo mis dedos en los oscuros vellos de tus pectorales. Eres tan varonil. Hace no mucho fuiste un futbolista exitoso, cuando dejaste las canchas te convertiste en empresario, pero aún conservas ese ímpetu en la cama que tienen siempre los deportistas. ¿Cómo explicarlo? Sencillamente, cogen delicioso.

Siento que tu miembro va a atravesarme. Te mueves como un taladro neumático. Te beso, te abrazo, gimo de placer en cada estocada. Tu cadera no deja de moverse y tu miembro, enorme y delicioso, sigue clavándose entre mis piernas con una exquisita violencia.

¿Cómo es mi orgasmo? El orgasmo es la fase final de un buen trabajo previo. Como un vaso de agua que se llena despacito bajo un grifo apenas abierto. El sexo es el chorrito paciente, el orgasmo, es cuando al fin el agua llega al tope y todo se derrama.

Así lo siento, exploto penetrada por ti. Aúllo, te abrazo, siento cómo te clavas a fondo e inyectas en el condón tu simiente tibia. Sonríes, sonrío y nos tendemos en la cama, a recuperarnos viendo el blanco techo.