“Estaba pequeño, pero grande fue el orgasmo”, por Lulú Petite

Querido diario: Anoche atendí a un señor con un pene diminuto. No lo digo en mala onda. Él lo sabe y está tan consciente de ello, que me lo advirtió antes de desnudarnos. En general, es un tipo normal, incluso guapo, pero bajo su bóxer guarda un pene de unos siete centímetros ya a tope. El grueso es normal, pero lo largo es donde queda a deber.

Me advirtió del tamaño, pero también me puso sobre aviso de que sabía compensar con experiencia lo que la naturaleza no le dio en centímetros.

¿Qué te puedo decir? Fanfarrones hay muchos. Hombres que creen que saben coger riquísimo, pero que a la hora quedan mal. No fue el caso. Aunque de herramienta chica, es cierto que sabe tocar a una mujer.

Su preludio fue largo. Sus manos iban hurgando por cada milímetro de mi piel, mientras con su voz susurraba palabras cachondas, no vulgares, sino ¿cómo explicarlo? halagadoras, dulces, pero apasionadas y estimulantes. Su voz le ayudaba, hablaba en murmullos, que disfrazaban todo en una especie de secreto, de pecado o clandestinidad, pero cuyo timbre vibraba en la caja de resonancia de mi cerebro con ecos en mi sexo, que comenzó a lubricar copiosamente.

Para cuando sus manos bajaron por mi abdomen y se abrieron paso entre mis piernas, yo ya estaba calientísima. Su boca en ese momento estaba devorándome los pezones y, ni así, dejaba de declamar, como poeta malogrado, los más inspirados piropos y los adjetivos más perversos y cachondos que podían cocinarse para una tarde de sexo.

Cuando me metió los dedos y jugó con ellos en mi vagina, sentí tanto placer, que le supliqué que me la metiera. Se puso un condón y, apenas me penetró, un orgasmo inmenso, indescriptible, fabuloso, me explotó. No mentía. Sabe compensar el tamaño.

Hasta el jueves, Lulú Petite