"El karma le llegó a mi amigo y se quedó con ganas de probarme", por Lulú Petite

Querido diario: Tengo un amigo que siempre llama cuando estoy cogiendo. Parece que tiene una alarma que suena cuando me encuero, porque es cuando llama. 

Hace tiempo tenía un novio que terminó odiando a este amigo, porque no fallaba. Siempre que estábamos en pleno faje, ya encuerados o incluso poniéndole, el inoportuno me llamaba y como a ese novio me gustaba hacerlo rabiar, casi siempre le contestaba. Generalmente, le digo que estoy “en la oficina” o “en terapia” (son nuestras claves) y hablamos luego. Pero tiene tan buena puntería, que sorprende. 

Antes de la pandemia, estaba con un cliente. Traía el teléfono en la bolsa de la chaqueta y nos estábamos besando. 

Él acariciaba mis nalgas y apretaba mi cintura, mis senos se embarraban en su pecho y estábamos en lo más intenso del cachondeo, cuando entra la llamada; como lo tenía en silencio, lo único que pasó fue que me empezaron a vibrar los pechos.

El cliente se llevó tal susto que dio un brinquito hacia atrás, perdió el equilibrio y cayó de nalgas. Igual cogimos, pero perdimos 15 minutos en carcajadas, regalo de mi amigo el inoportuno.

La semana pasada, el karma jugó en su contra. Somos amigos y eso lo pone dentro de mi vida, pero fuera de mi cama, de modo que el otro día, con unas copitas encima, empezó a ponerse romántico y justo cuando estaba a punto de lanzarse, sonó el teléfono. 

Era otro amigo. Contesté, charlé con él y, cuando colgamos, miré al inoportuno y le solté: “Para que veas lo que se siente”. Nos reímos y no pasó nada más. Bendito karma.

Hasta el martes, Lulú Petite.