“Cuando mi placer lo calentó”, por Lulú Petite

Querido diario: Te contaba el martes que un tipo me cachó masturbándome en el estacionamiento del motel. Recién salía de una cita en la que, a pesar de haber cogido muy bien, no había alcanzado el orgasmo. Como soy muy caliente y no me gusta dejar las cosas a medias, comencé a dedearme en mi coche y logré venirme deliciosamente, en medio de gemidos suaves y temblores deliciosos.

De lo que no me di cuenta fue del tipo me había visto en tan delicioso trance.

Se me hizo conocida su cara, pero me dio muchísima pena, así que prendí mi coche y salí del estacionamiento. Apenas iba a doblar la esquina cuando mi teléfono sonó.

—Hola Lulú. Por favor, ven. Estoy en la habitación 215.

—¿Eras tú verdad? ¿Me viste?; pregunté, segura de que quien me hablaba era el cliente que me había cachado. Lo había atendido una vez, hace tiempo.

—Sí, soy yo. Por favor ven; suplicó.

—Voy para allá.

Entendí que después del espectáculo que di y la erección que le provoqué, quisiera cogerme. Di vuelta en ‘U’ y volví a meterme en el motel. Ahora fui yo quien reconoció, bajo el cubrebocas, una sonrisa en los ojos de la recepcionista que me saludaron con picardía al verme volver tan rápido a treparme de nuevo al guayabo.

Subí a la habitación 215.

Apenas entré, el mismo tipo que hacía unos minutos me miró masturbarme, se lanzó sobre mí besándome el cuello, agarrando mis tetas.

—Déjame duchar; le dije.

—Por favor no; rogó.

Me tumbó boca arriba sobre la cama, levantó mi falda y, separándome con lujuria los muslos, comenzó a comerme el sexo hasta que me vine gimiendo a gritos y inundándole la cara con mis jugos. Después se desnudó, cogimos y nos consumimos en deliciosos orgasmos. Pero de eso, ya mejor te cuento el martes. Hasta entonces. 

Besos, Lulú Petite