Tus bigotitos me hacen cosquillas de nuevo. Al fondo, después de una cama enorme, luce un ventanal desde donde se ve, imponente, el mar en calma. Las olas se escuchan a lo lejos, mientras tus manos hurgan bajo mi falda.
Caminamos al ventanal, corres la puerta de cristal que da al balcón y miramos el espectacular paisaje.
La playa está casi vacía. Nadie vacaciona en martes, durante una semana primordialmente laboral.
Pongo mi bolso en la mesita de fierro que está en el balcón y ves que allí hay un paquetito de condones. Las tomas valiéndote madre preguntar, y vuelves a meter tu mano bajo mi falda.
Me quitas los calzones y, mientras me besas el cuello y tocas mis tetas con la mano izquierda, usas la derecha para dedearme. Me metes un dedo, luego dos. Cuando comienzo a gemir, te bajas la bragueta, sacas tu miembro erecto y te pones el condón.
Recargo mis manos en la mesita e inclino el cuerpo, sabiendo lo que viene. Siento como separas mis nalgas y, de un golpe, me penetras a fondo. Tienes el pito grande y grueso, mis brazos tiemblan con tus acometidas. Siento los rayos del sol broncear mi piel, miro la playa, el mar, siento mi orgasmo, aprietas mi cintura cuando te vienes.
Tiras el condón, nos acomodamos la ropa.
“Mucho gusto, soy Julián”; me dices al fin estrechándome la mano.
Hasta el jueves, Lulú Petite