¿Te niegas a admitir una adicción?

Vida 23/10/2018 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 05:25
 

Muchas veces nos resistimos a reconocer que tenemos un problema, como una depresión seria, ansiedad limitante, dificultad para manejar la ira y adicción a las drogas o abuso del alcohol. Caemos en la negación y el autoengaño. La negación impide dejar atrás una adicción a una substancia, al trabajo, a las compras, al juego o al ejercicio. Con bastante frecuencia, no sólo el adicto, sino también la familia también adopta una actitud de negación, minimizando la gravedad de la situación u ocultando el problema. La familia (esposo, hijas y parientes cercanos) se mantienen en negación por estas razones:

Vergüenza. La familia teme que los demás los consideren malos padres, descuidados, incapaces de “controlar” a sus hijos o su esposa. Les da miedo que piensen que su familia no es perfecta. Al rechazar la realidad de la adicción, se niegan la oportunidad de hacer algo por ese miembro de la familia que necesita ayuda.

La ropa sucia se lava en casa. La familia no permite que alguien externo interfiera en este tipo de asuntos que consideran privados. Equivocadamente, piensan que ellos mismos van a resolver el problema como familia. Pero la realidad es que no tienen las herramientas, el compromiso o la voluntad para lidiar con algo tan serio como una adicción. El adicto debe recibir atención de expertos: grupos de AA, comedores compulsivos, adictos a las compras o a las relaciones destructivas.

Justificaciones. Los familiares se dan entre ellos explicaciones supuestamente racionales a la conducta del adicto. Algunas formas de justificar la adicción son: si no ha tenido problemas legales o laborales, seguramente su problema no es tan serio; es algo temporal (que lleva meses o años), así que no hay de qué preocuparse; todos necesitamos un escape; la adicción al sexo es su forma de hacer frente al estrés. Claro está, todas estas son maneras de negar, minimizar o rechazar la realidad.

Resistencia al cambio. Muchas veces, la familia trata, a como dé lugar, de mantener las cosas como están. Temen perder el afecto o los beneficios que obtienen del adicto. Pero el precio a pagar por esos beneficios es muy alto: tensión familiar constante, sufrimiento, ruina económica, desgaste físico y emocional. Los familiares se resisten a que se muevan las aguas tienen la esperanza de que las cosas se van a solucionar solas. Esto nunca ocurre.

Ingenuidad. La persona adicta promete tomar cartas en el asunto, ir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos o asistir a un grupo de apoyo o terapia. La familia le cree, pero no lo cumple. Puede asistir a una o dos reuniones o pasar un tiempo en un centro de desintoxicación, pero difícilmente mantiene su compromiso. La rehabilitación toma tiempo y la familia debe estar dispuesta a invertir el tiempo, la energía y el esfuerzo necesarios.

Temor al compromiso. Algunos familiares temen involucrarse demasiado. Ayudar al adicto puede demandar tiempo, dinero o esfuerzo. Así que deciden dejar las cosas como están, no involucrarse. El tratamiento de un adicto requiere de la participación  y atención a familiares. Para eso se crearon los grupos para amigos y familiares de alcohólicos. Las opciones de solución surgen más fácilmente cuando los familiares dejan de negar y enfrentan la realidad. Admitir que hay un problema y que afecta a todos ya es una acción  útil hacia la solución.

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